Acabo de
volver de Chile y traigo el alma encogida porque pienso que vi la Galicia de
dentro de unos años, y probablemente también el fututo cercano del resto del
estado y de los países del sur de Europa.
Comentaba la
gente con la que estuve que, en estos últimos años, el afianzamiento del
sistema neoliberal en su país tuvo su grado máximo, de una forma mucho más
voraz y “exitosa” que en ninguna otra zona de Sudamérica; y que probablemente
el miedo que quedó impreso en la gente tras la dictadura, influyó para que ese
proceso se diera más rápido y con mayor facilidad que en los otros estados de
su entorno.
Ya hace años
que se vende a Chile como el país más desarrollado de Sudamérica, incluso se
dice que es el más “europeo”, pero ¿que significa esto?
La educación
pública es casi inexistente y la poca que queda disminuye en calidad a base de
no dotarla del presupuesto necesario; en Santiago, pero también en el resto del
país, hay un montón de universidades privadas distintas, la mayor parte de ellas de quien
puede llevar adelante un proyecto de esa magnitud: derecha capitalista,
iglesia, opus...
En este lado
del Atlántico, cualquiera de nosotras que esté estudiando o tenga una hija o un
hijo en esa tesitura o bien que trabaje en el ámbito de la educación, está
viendo que las directrices que nos vienen impuestas desde Europa y que nuestros
gobiernos tratan de llevar a cabo a conciencia, van por este camino más pronto
que tarde, si no somos quien de pararlo.
Y que decir de
la sanidad? Un país donde nunca disfrutaron de un sistema de garantías
sanitarias universales, en el que la privatización ya está más que asentada,
debe parecerles el paraíso futuro a nuestros gobernantes actuales y a sus amos
de la troika.
En Chile la megaminería campa por sus respetos por todo el país destrozando todo
cuanto espacio natural todavía les quedaba y utiliza cantidades enormes de
agua, lo que ya está generando verdaderos problemas de abastecimiento, y la que
devuelve la escupe contaminada. En Galicia no somos ajenos a esta problemática, que lejos de
disminuir está amenazando cada día más nuestro territorio.
El gobierno de
Chile le tiene aplicada la ley antiterrorista al pueblo Mapuche por luchar por su forma de vida, su cultura, su lengua,
la autodeterminación como pueblo, y naturalmente sus tierras, que resultaron
ser muy suculentas para las grandes empresas madereras que las tienen sembradas
de eucaliptos (¿nos suena de algo?); de modo que el expolio histórico al que
fueron sometidos, lejos de disminuir, aumenta con violencia directa contra las
persoas y sus bienes, acoso continuo por parte de las fuerzas policiales,
encarcelamientos, sobre todo de líderes, matanzas, y un estado de sitio en las
comunidades que incluye presencia policial masiva, cámaras de vigilancia y
abusos continuados.
En Galicia acaban de aplicarles penas de entre 10 y 18 años de
prisión a 4 personas acusadas de terrorismo, en un juício que deja muchas dudas y resquemores. De aquí a que estemos todas sometidas
a la ley antiterrorista, con ilegalización de grupos, partidos o lo que se
tercie... sólo va un paso.
En todo esto
es muy importante la represión del contra-discurso crítico y de las
movilizaciones sociales. Pude comprobar personalmente la acción represiva
sistemática que se aplica en las manifestaciones en la capital, Santiago; hecho
del que también encontramos un paralelismo indiscutible en las últimas
manifestaciones y protestas en Madrid y otras ciudades del estado español.
Otra parte
importante de todo este entramado es la mentira mediática. Miremos donde
miremos encontraremos noticias que ponen a Chile como el ejemplo a seguir, de
la misma forma que nos venden todas las medidas que están aplicando a este lado
del charco como necesarias y buenas para salir de esta supuesta crisis con la
que nos estafan.
Hace unos
días, cuando estaba recién llegada, me encontré con una noticia de El País que enlaza a la perfección todo esto, animando a
nuestros jóvenes con estudios y buena formación a expatriarse a Chile. Ahora ya
no se dice emigrar, no vaya a ser que se note de que estamos hablando... Y, por
supuesto, el artículo alaba las oportunidades que ofrecen los sectores minero y
enegxético, entre otras lindezas, además de presentar un panorama mentiroso,
sin pobreza ni exclusión, y que parece querer desmentir las palabras con las
que prácticamente empieza el propio artículo: “Me siguen impactando las
desigualdades sociales y salariales, que son más abruptas que en España. Cuesta
acostumbrarse también a los sistemas sanitarios y educativos privados,
difíciles de concebir cuando has crecido pensando que eso son derechos y no
privilegios”.
Lucía (Galiza)