lunes, 11 de noviembre de 2013

Una bola de cristal para asomarnos a nuestro futuro.





Acabo de volver de Chile y traigo el alma encogida porque pienso que vi la Galicia de dentro de unos años, y probablemente también el fututo cercano del resto del estado y de los países del sur de Europa.
Comentaba la gente con la que estuve que, en estos últimos años, el afianzamiento del sistema neoliberal en su país tuvo su grado máximo, de una forma mucho más voraz y “exitosa” que en ninguna otra zona de Sudamérica; y que probablemente el miedo que quedó impreso en la gente tras la dictadura, influyó para que ese proceso se diera más rápido y con mayor facilidad que en los otros estados de su entorno.

Ya hace años que se vende a Chile como el país más desarrollado de Sudamérica, incluso se dice que es el más “europeo”, pero ¿que significa esto?

La educación pública es casi inexistente y la poca que queda disminuye en calidad a base de no dotarla del presupuesto necesario; en Santiago, pero también en el resto del país, hay un montón de universidades privadas distintas, la mayor parte de ellas de quien puede llevar adelante un proyecto de esa magnitud: derecha capitalista, iglesia, opus...

En este lado del Atlántico, cualquiera de nosotras que esté estudiando o tenga una hija o un hijo en esa tesitura o bien que trabaje en el ámbito de la educación, está viendo que las directrices que nos vienen impuestas desde Europa y que nuestros gobiernos tratan de llevar a cabo a conciencia, van por este camino más pronto que tarde, si no somos quien de pararlo.

Y que decir de la sanidad? Un país donde nunca disfrutaron de un sistema de garantías sanitarias universales, en el que la privatización ya está más que asentada, debe parecerles el paraíso futuro a nuestros gobernantes actuales y a sus amos de la troika.

En Chile la megaminería campa por sus respetos por todo el país destrozando todo cuanto espacio natural todavía les quedaba y utiliza cantidades enormes de agua, lo que ya está generando verdaderos problemas de abastecimiento, y la que devuelve la escupe contaminada. En Galicia no somos ajenos a esta problemática, que lejos de disminuir está amenazando cada día más nuestro territorio.

El gobierno de Chile le tiene aplicada la ley antiterrorista al pueblo Mapuche por luchar por su forma de vida, su cultura, su lengua, la autodeterminación como pueblo, y naturalmente sus tierras, que resultaron ser muy suculentas para las grandes empresas madereras que las tienen sembradas de eucaliptos (¿nos suena de algo?); de modo que el expolio histórico al que fueron sometidos, lejos de disminuir, aumenta con violencia directa contra las persoas y sus bienes, acoso continuo por parte de las fuerzas policiales, encarcelamientos, sobre todo de líderes, matanzas, y un estado de sitio en las comunidades que incluye presencia policial masiva, cámaras de vigilancia y abusos continuados.

En Galicia acaban de aplicarles penas de entre 10 y 18 años de prisión a 4 personas acusadas de terrorismo, en un juício que deja muchas dudas y resquemores. De aquí a que estemos todas sometidas a la ley antiterrorista, con ilegalización de grupos, partidos o lo que se tercie... sólo va un paso.

En todo esto es muy importante la represión del contra-discurso crítico y de las movilizaciones sociales. Pude comprobar personalmente la acción represiva sistemática que se aplica en las manifestaciones en la capital, Santiago; hecho del que también encontramos un paralelismo indiscutible en las últimas manifestaciones y protestas en Madrid y otras ciudades del estado español.

Otra parte importante de todo este entramado es la mentira mediática. Miremos donde miremos encontraremos noticias que ponen a Chile como el ejemplo a seguir, de la misma forma que nos venden todas las medidas que están aplicando a este lado del charco como necesarias y buenas para salir de esta supuesta crisis con la que nos estafan.
Hace unos días, cuando estaba recién llegada, me encontré con una noticia de El País que enlaza a la perfección todo esto, animando a nuestros jóvenes con estudios y buena formación a expatriarse a Chile. Ahora ya no se dice emigrar, no vaya a ser que se note de que estamos hablando... Y, por supuesto, el artículo alaba las oportunidades que ofrecen los sectores minero y enegxético, entre otras lindezas, además de presentar un panorama mentiroso, sin pobreza ni exclusión, y que parece querer desmentir las palabras con las que prácticamente empieza el propio artículo: “Me siguen impactando las desigualdades sociales y salariales, que son más abruptas que en España. Cuesta acostumbrarse también a los sistemas sanitarios y educativos privados, difíciles de concebir cuando has crecido pensando que eso son derechos y no privilegios”.

Lucía (Galiza)

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